Aunque el día
1 de enero colgué en la pared el calendario nuevo, aún no había tirado a la
basura el del año pasado. Por fin, esta mañana, la alcayata se desprendió sola
y ese cuadernillo de doce hojas viejas se desplomó como un gigante atolondrado.
El 2014 había
pasado por mi casa igual que una visita ruidosa y difícil que tampoco se
alegró de verme a mí. Nos contamos mutuamente muchos chismes. Ese había sido el año en que dejé de fumar. No contaré los detalles ahora porque quizás merezcan capítulo aparte (o, quizás, silencio), pero sepan que es posible. Tampoco le quiero dar importancia a la crisis. Por no mencionarla, llevo dos meses sin cerrar el año. Alrededor de ella, el tiempo se comporta como una herida abierta. He aguantado como la mayoría de los españoles: intentando contentar a Tía Miseria
y temblando al hacer las listas de la compra…
...Esas cosas pensaba esta mañana, cuando vi el calendario dar
vueltas junto a los rodapiés –así, todo enroscado por detrás de la mesa–. Estuve
a punto de darle una patada. Por suerte, recordé el Concierto de Navidad del Conservatorio Profesional de
Música Rodolfo Halffter, de Móstoles (Madrid) y decidí que no debía comentar el 2015 sin echarles un último vistazo a las fotos de aquel magnífico concierto.
Como he leído
por la Red, a mal tiempo, buena música. Me alegro de haber luchado contra mi
extenuación de final de trimestre, porque no habría querido perderme la que
escuché aquellas dos noches.
Llegué a ambas
funciones dispuesta a no ser objetiva. Eran las primeras experiencias de mi
hijo Daniel Poncela como concertino de la Orquesta Sinfónica de Enseñanzas
Profesionales, dirigida por Alexandre Schnieper.
Dani ya había
sido Primer Violín años atrás, en la Orquesta de Cuerda de Enseñanzas Elementales
que abrió el Programa, bajo la dirección de María Dolores
Encina.
Le tengo mucho
cariño a la agrupación infantil. Siempre me quedo con ganas de volver a oírla.
Suena de maravilla. ¿Recuerdan que le concedieron la Medalla
de Oro en el Festival Internacional de
Arte Juvenil, en El Escorial? Otra cosa justa del 2014. ¡Merecidísimo premio!
María Dolores
Encina ha enseñado a sus alumnos a crecer con la buena música. Esos chicos y
chicas buscan a diario su mejor sonido. No se conforman con menos. Les fascina
estrenar obras nuevas. En el Concierto de Navidad (exceptuando “Noche de paz”, de Franz Gruber) las piezas que tocaron habían
sido compuestas para ellos. Eso es un regalo que saben apreciar y que les
entusiasma año tras año.
“Mirlo”, el Homenaje
nº 7 de Eduardo
del Río (profesor de Cello y de Música de Cámara en el Rodolfo Halffter) es de una sutileza elegantísima.
“Pizzicatear”, de Pablo Cerezo,
tiene la
alegría pueril y contagiosa de los juegos infantiles, como tintineantes canicas
de cristal.
Para remate, las
otras dos piezas, “Ilusiones I”, de
José Gabarda y “Oriental”, de Carlos
Piñeiro –a cuál más evocadora–, eran estrenos mundiales.
Así que
asistimos a lo nunca oído. Piezas confeccionadas con sumo primor, a la medida
de músicos muy jóvenes, pero que ya reconocen y aprecian la buena música. Niños
que están aprendiendo a buscar el Norte con su… brújula musical.
Todos estaban
contentos de que los autores de las piezas estuvieran presentes en el Teatro
del Bosque. Y muy contentos también los propios compositores, que
habían venido –desde puntos muy distantes y distintos– a escuchar sus obras de
manos de los pequeños músicos que las habían estrenado. ¡Un verdadero triunfo!
Perdí los pocos nervios que tenía aplaudiendo.
Los aplausos
siguieron sonando en la segunda parte del concierto, a cargo de Alexandre Schnieper.
Por fin, tras
el color de los coros y la alegría de la banda, le tocó el turno a la Orquesta Sinfónica. Fue entonces cuando
vi a mi hijo en el primer atril. Confieso que yo iba dispuesta a seguir
batiendo palmas, sonaran los músicos como sonaran. Por fortuna, lo que escuché
me resultó tan encantador, que me olvidé de todo lo demás.
La Sinfónica
del Rodolfo Halffter tocaba
fragmentos de “El Cascanueces”; esta vez, sin danza. Álex le sacó un sonido
precioso. Yo no solo era una madre satisfecha; me sentía orgullosa, también, de
formar parte del público. Disfruté más que nunca. Aquella afinación amansó por
completo mis nervios y calmó los latidos que, al principio, intentan desbocarse.
Era una música madura y hermosa, como de orquesta profesional…
Sé que para mi
hijo y para sus compañeros era un día importante… Sobre todo, porque lo
habían hecho muy bien. Se los veía más y más felices regalándonos aquellos
sonidos dulces, pero poderosos; aquellos recuerdos limpiamente emocionantes.
Entonces,
mientras la sala aclamaba el concierto, yo seguí quieta un instante, saboreando
mi propia alegría. Esa satisfacción es la que me ha ayudado hoy a perdonarle la
vida al 2014; extender diciembre suavemente, y marcar con florecillas de tinta verde aquel hermoso concierto.
¡Qué bonita es
la música que nos mantiene a flote, tan felices!
Por cierto, no se lo van a creer... ¿Sabían que Álex sigue sin novia?
2 comentarios:
2014 fue el año que dejé de fumar y 2015 el año en el que volví a fumar. 2014 me dió todo y 2015 me lo quitó... Peeeero... "a mal tiempo buena música", y en eso estoy, con la música intentando salir a flote, por eso me ha encantado leerte :)
Un abrazo
Gracias, Ana. Yo también estoy encantada de leerte. Lo del tabaco es durísimo, pero no te rindas. Puedes darte unos días y volver a intentarlo. Muchos abrazos.
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