La única orquesta del Conservatorio Rodolfo Halffter que programa conciertos antes de la cita
anual de Navidad es la Orquesta de
Antiguos Alumnos, dirigida por Juan Manuel Saiz
Rodrigo. Lógicamente,
esta agrupación no necesita el primer trimestre para preparar sus obras, puesto
que sus miembros (profesionales ya, muchos de ellos) tienen más repertorio y
experiencia, y sus ensayos no han de atenerse forzosamente al calendario
escolar.
La novedad es que, este año (como
les anuncié en uno de mis últimos comentarios sobre los conciertos del curso
pasado), cuando el
20 y 21 de este mes se celebre el Concierto de Navidad, ya habremos asistido a un gran evento en
que, además de la Orquesta de Antiguos Alumnos, participó la de Enseñanzas Elementales.
Yo asistí. Fue el 5 de
octubre, en el Centro Cultural Villa de
Móstoles. Juan Manuel Saiz le había
sugerido a María Dolores Encina que los músicos graduados que él
dirige compartiesen el programa con los niños y las niñas que dirige ella. Me pareció
una idea preciosa, pues es esta especie de “apadrinamiento” (entre los que se
han ido del Conservatorio –sin desprenderse del todo, afortunadamente– y los que no han hecho más que llegar a la música)
lo que estrecha los lazos de los que hablamos ayer… o el otro día… Los mismos
lazos a que aludí al hablar de Jorge
Maldonado. Creo que piensan hacerle un pequeño
homenaje en el Concierto de Navidad. También en esta ocasión, de la que hablo
ahora, Juan Manuel le dedicó unas palabras a nuestro querido bibliotecario y, como ocurre siempre que alguien nombra a
Jorge en público, su sonrisa revivió en nuestra boca… y aplaudimos. Luego, en
medio de ese clima de recogimiento alegre que deja una amistad tan felizmente compartida,
la magia se transformó en sonido.
En
fin, que Lola había aceptado el reto, por supuesto. Dirigió a la misma orquesta que tenía antes del verano (sin
despedir aún a los que hoy han pasado a Grado Medio ni contar todavía con los
recién incorporados a Enseñanzas Elementales, que van a debutar en Navidad). El curso apenas llevaba en marcha unas
semanas, así que fue preciso recuperar el pulso de los instrumentos en tiempo récord
para acudir a aquel Concierto Solidario.
El acto se había organizado
a favor de una Asociación sin ánimo de lucro: Accede a respiro. Accede
a respiro intenta mejorar la calidad de vida de pacientes con TEA
(Trastornos del Espectro Autista) y, como consecuencia, la de sus familiares (a
quienes ayuda a enfrentarse con fuerza a esos trastornos y a las tensiones que dificultan
su día a día). Entre los proyectos de la asociación (equinoterapia, actividades al aire libre, taller de
psicomotricidad…), la Casa de Juegos
programa actividades para el desarrollo personal de adolescentes con este tipo
de discapacidad… A pesar de la crisis, La Casita –como también se conoce el proyecto–
sobrevive por ahora… o eso creo.
Fue con esos muchachos, integrados
entre muchas otras personas de todas las edades, con quienes presencié el
concierto solidario aquella tarde. No supe nada de ellos hasta el momento de
los aplausos de despedida, cuando Presentación
Abellán, la presidenta de Accede a Respiro, les dio las gracias a los músicos
de ambas orquestas por conseguir que los chicos de la asociación hubiesen disfrutado
tanto de un concierto. Yo quiero creer que todos habitábamos la misma casa, en
la que sentíamos algo parecido: que podíamos sentir.
Para la Orquesta de
Enseñanzas Elementales, que tocó en la primera
parte, había sido un reto; para el público, un regalo. Nos ofrecieron
dos piezas preciosas: Caramelo Vals,
de Álvaro Gómez Alvarado y Tres Maneras distintas de caminar, de Pablo J. Berlanga
Rui-Díaz.
¿Cómo no iban a fascinarme
otra vez esos niños? Son de los que crecen con las dificultades. Cuanto más complicado
es el desafío, más altura alcanzan sus arcos; más distancia cruzan sus puentes;
más dignos, erguidos y disciplinados se ven; más comunican… Supongo que se
concentran en su objetivo: sonar como un solo ser en esa dulce
canción que canta toda la orquesta; una canción en la que –lo confieso– yo ya
empiezo a pensar con añoranza. Mi hijo Andrés, que ha sido durante años uno de sus
pianistas, se… “jubiló”, precisamente, en aquel Concierto Solidario. En fin: espero
seguir escuchando muchos años a sus compañeros –los mismos otros–,
porque siempre estaré agradecida a la cuna musical con la que él se identifica.
Los mismos otros. Foto: Carmen Montalbán
También la segunda parte fue entrañable e
hipnotizó a los chicos de Accede a
respiro (y a todos los demás, jóvenes o no) de la misma forma.
La Orquesta de Antiguos Alumnos reabrió la cajita de música y lanzó al aire otras dos maravillas: el estreno
mundial de Divertimento para orquesta,
nueva obra del prolífico Berlanga,
y el Concierto
para piano y orquesta n. 1 Op. 23 de Tchaikovski, interpretado por el
solista Enrique Bernaldo
de Quirós, que me pareció una
preciosidad.
Las obras de Pablo Berlanga son
una garantía de que el concierto va a ser un éxito. Son piezas muy atractivas que,
de remate, consiguen algo dificilísimo para un creador (lo sé como escritora):
parecer fáciles. Quien escucha –o lee– se desliza gozoso de un pasaje a otro; sin
preguntarse qué complicaciones habrá tenido que superar el autor para conseguir
ese… tacto de seda. Pero esta obra de Berlanga es, además, una de las que más
me ha gustado hasta ahora. Recuerdo que empezó sonándome igual que un cuento de
hadas y que, después de algunas travesuras (como si un gato bobo persiguiera a
un astuto ratón por entre figurillas de cristal), ¡zas!, un contundente solo de
trompeta lo llenó todo de contrastes y de ecos españoles que me arrastraron a
otra persecución con mayor peligro… y más maravillosa todavía.
Nuevo éxito de Pablo
Berlanga y Juan Manuel Saiz
¡Bravo!, Berlanga, ¡bravo!
En cuanto a Enrique Bernaldo
de Quirós estuvo tan brillante como el año pasado, la primera
vez que le escuché en directo (en Concierto X Aniversario del Teatro del
Bosque, cuando
interpretó el Concierto para
piano y orquesta nº 20 en Rem. Kv 466, de Mozart). Como ya les dije en aquella ocasión, Enrique es
uno de los mejores pianistas españoles de su generación; un artista joven, pero
ya tan generoso como sólo saben serlo los muy grandes. Pese a sus incontables
premios internacionales sigue siendo solidario con la educación. Actualmente, es
profesor Titular en el Conservatorio Superior de las Islas
Baleares... Pero yo no estaba hablando
únicamente de ese tipo de educación; me refería, más bien, a que hay personas
que, sin proponérselo, nos enseñan a sentir la vida de otra forma.
Enrique Bernaldo de
Quirós con la Orquesta de Antiguos Alumnos del Rodolfo Halffter
Siempre me fascinará la
sutileza con que la buena música consigue, a veces, conectar con nuestras almas
sordas. Tampoco me refiero ahora, solamente, a esos chicos con problemas de
socialización, comunicación o reciprocidad emocional; hablo de otro tipo de
autismo que, en mayor o menor medida, nos va afectando a todos los demás,
incluida yo… Hasta que, de pronto, abro la caja de música y conecto conmigo
misma. ¿Vieron la película Dos cabalgan
juntos? Se me pasó la escena por la mente cuando aplaudí en aquel concierto
(ésa en que el joven deja caer la cajita y, al oírla abierta, recupera la
infancia que perdió cuando le raptaron los indios). Mi experiencia, claro, no
fue un drama: al revés. Sentí la magia de la música sin estridencia alguna; sin
dolor ni caída. Una sutil caricia en el oído atravesó mi piel de piedra; hizo
temblar mi carne y, ¡zas!, dejé de ser estatua.