Él sujeta la puerta del
ascensor y fotografía a la joven que entra cargada de frutas y hortalizas. Ella
se apoya en el rincón. Aprieta las bolsas entre los brazos (entre los dedos, su
libro de “Robinson Crusoe”), y le pregunta si viene a regar las macetas del
chico del quinto.
— Los viernes, cuando abres las ventanas, el barrio huele a selva
tropical. Si el dueño de la casa tarda mucho en volver, va a tener que entrar machete en mano.
Él
sonríe aturdido. Busca la foto en la galería y se la envía a su amigo por whassap, con un texto.
“Tras el follaje de esta isla de
la Desesperación, en plena selva de acelgas, hay una vecina tuya que huele a
melocotón y se sienta a leer descalza en la escalera de atrás. La llamo
Viernes… en sueños.”
Título:
SELVA DE ACELGAS.
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