viernes, 1 de octubre de 2010

EL COLOR, LA PINTURA Y LA FOTOGRAFÍA

A inicios del verano hablé del fin de curso musical de mi familia, pero no “clausuré” todavía ─aquí─ mi primer curso de pintura, recién acabado también por aquellos días. Durante la última quincena de junio, participé en la primera y única exposición colectiva en que he participado. Junto a los demás alumnos de pintura y restauración del Centro Cultural de Campamento, exhibí mis dos últimos trabajos: una copia a pastel del óleo de la brasileña Tarsila do Amaral, “El pescador”, y una obra propia, pastel también, basada en un viejo retrato campestre de mi familia. Para una principiante como yo, rematar el curso así fue una extraña experiencia. Me sentí como esa niña que hubiera escrito su primer cuento en una página de su diario y se oyera a sí misma declamándolo en un teatro.


Autorretrato en la exposición”, Carmen Montalbán

No obstante ─aunque únicamente lo había utilizado en la intimidad─, yo tenía ya un caballete en casa desde hace años. Llevaba mucho tiempo sin usarlo, pero hubo una época en mi vida en que sí lo traía y lo llevaba del balcón a la ventana, de la ventana al balcón. Llenar mis horas libres ─entonces las tenía─ era llenar de pintura los rincones, sin dejar ninguno. Abrazaba las láminas de mis grandes maestros y me iba de puntillas por la casa, transformada en una ladrona de matices. El dibujo nunca se me dio muy bien, pero tengo sentido del color. Los tonos ácidos del Greco me llevaban, casi, a la levitación. Creo que fue la visión de sus cuadros lo que me manchó con goterones místicos; pues, arrobada ante ellos, siempre me llevaba la paleta al pecho. También me dejaba enardecer en seguida por los contrastes con que denuncia Oswaldo Guayasamín. Fuerza y ternura = desgarro. A Franz Marc le debo la pureza primitiva que me he apropiado ─como una cuatrera─ persiguiendo a sus caballos azules y a sus vacas verdes, rojas, amarillas… Y, con esta particular cleptomanía (soy muy capaz de desplumar al arco iris), ¿cómo no se me van a ir los ojos detrás de la abstracción lírica de Kandinsky? Hasta en sueños he invadido esa calle que él pintó, convertida en salteadora del camino anaranjado.


Negrita”, Oswaldo Guayasamín; “Murnau Street with women”, Wassily Kandinsky; “El pescador”, Tarsila do Amaral; “Casa”, Edward Hopper


En fin, que en los tiempos del caballete, la trementina me disolvía en mí misma, ensimismada. Por aquellos entonces, mis horas volaban y hasta olían a aguarrás mis cuadernos de notas. ¿Un párrafo?: un tornasol. Aquellas noches, que aún conservo pintadas en la frente, cuando me ponía a leer o a escribir, seguía pensando en colores. Si usaba alguna que otra frase verde, era porque mezclaba azules y amarillas.

Es ese placer colorista el que me impulsó a apuntarme al curso del que hablo; ese placer y el deseo de enmarcar mis ensayos y errores dentro de algún asomo de técnica. Tenía un buen profesor:
Alfredo Virgüez, artista colombiano afincado en España que realiza su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Ha expuesto su obra en el Museo de la Ciudad de Madrid, en la Feria Internacional de Arte de Vigo, en la Sala KUXA, de San Sebastián, en la Academia de Bellas Artes de Cataluña…


“LIV-1216”, Primer Premio Fundación Valparaíso 2005, Alfredo Virgüez

Además de buen pintor, es buen maestro. Su experiencia didáctica en universidades, colegios y centros culturales consigue que sus clases resulten provechosas, a la vez, para alumnos de niveles muy distintos. Se plantaba frente a cada cuadro, daba un paso atrás, entornaba los ojos, y soltaba un precioso consejo. Más luz aquí, más sombra allá, trazos más firmes por este lado… Un golpecito suyo con la tiza en los ojos de un retrato lograba, de inmediato, que el cuadro te mirase…

Pero con Alfredo Virgüez no hablé únicamente de pintura: además, hablé de fotografía, pues también es un creativo en este campo. Una cosa que me ha dado mucho que pensar es que haya mirado yo tantas fotografías durante un curso de plástica; y no sól
o para ayudarme a encajar el dibujo ─en lo que, ya digo, soy bastante torpe─. Después, me limitaba a pintar ─o a intentarlo─ lo que estaba fotografiado; y supongo yo que eso ─para el arte de la pintura─ tiene el mismo mérito que el que tiene ─para el de la fotografía─ hacer clic frente a “Las Meninas”. Los pintores hiperrealistas, al menos, saben fotografiar con la mirada y dejan asomar en sus paisajes la sobra de sus almas de pintor. Yo, en cambio, no he aprendido a mirar con un pincel. Dibujé la casa de Hopper; la recorté y, en lugar de sus cielos, le puse detrás una fotografía de nubes tormentosas. También convertí en collage a la negrita de Guayasamín. Abrí la ventana que tiene a la espalda a las flores silvestres que fotografié en Extremadura. Si alguna vez he creado alguna imagen (aparte, claro, de la imagen literaria) no ha sido con pincel, sino con cámara. Retocando fotografías, para pintar después un cuadro-foto, lo que he creado es alguna foto-cuadro.


Retrato” y “Calle extremeña”, Carmen Montalbán

En fin, que, hoy por hoy, disfruto más con la cámara que con la tiza o con el pastel. La pintora es la luz, yo la dirijo: la coloreo, la acentúo, le abro la puerta o le corto el paso… Ahí es donde encuentro ahora el placer que me ha movido este año a dejarles la pintura y el dibujo a los que tienen ese talento (Alfredo Virgüez, Gusti, Pilar Millán o Alejandro Suárez Antonovitch…) y a apuntarme al curso de fotografía del Centro Cultural… ese placer y el deseo de enmarcar mis ensayos y errores dentro de algún asomo de técnica. Ahora serán los buenos fotógrafos (Andy Sotiriou, José Manuel Soto…) quienes tendrán que perdonar mi intromisión.

¿Cómo saldrá la aventura de la escritora fotógrafa? Ya lo veré… Ya lo leerán.

3 comentarios:

ferlix dijo...

Había escrito un comentario del que yo mismo quedé satisfecho de lo que allí decía... pero al enviarlo, el sistema me enredó en una serie de preguntas, claves y demás que cuando creí llegar al fin, me dí cuenta que había desaparecido todo lo anteriormente había escrito. Por lo tanto querida carmen,te repito el final..."me encanta tu forma de "juguetear" con las fotos, con sus colores y con tus escritos".Este invierno te seguiré de "cerca" para que me ayudes a divisar primero las luces de la primavera. Un beso muy grande.

BEATRIZ dijo...

Vale Carmen, Felix tiene razón, la primera vez que hice un comentario casi chiflo, pero lo que cuenta es que estamos encantados con tus experimentos foto-escritores, o llamalos como quieras, pero que nos tienen enganchados a los que compartimos tus veranos asturianos y seguro que a mucha mas gente tambien. Besinos

Carmen Montalbán dijo...

Besinos y gracias a los dos.