Teniendo en cuenta que me propongo
hablar del Concierto de Primavera del
Conservatorio Profesional de
Música Rodolfo Halffter unos
días después de iniciarse el verano, pensé que redactar esta entrada iba ser difícil
para mí. “Demasiados conciertos en pocos
días”, pensé. Desconfiaba de mi memoria porque, además, éste se celebró en
el Teatro
del Bosque, que no permitió sacar fotografías (con las que yo suelo
invocar tantos recuerdos en otras ocasiones).
Alexandre Schnieper. Foto: Carmen Montalbán
“Si
el programa me ayuda a recordar, encontraré con qué ilustrar mi artículo”,
susurré abriendo ya mis archivos de imagen. Buscaba alguna fotografía anterior
o posterior de Alexandre Schnieper,
que dirigió el concierto, y de los solistas, Eduardo del Río y Roberto
Lerma… Eso, sonreí para mí, no lo había olvidado.
Saqué el programa del cajón. Estaba del
revés, así que lo leí de abajo arriba.
El evento terminó de un modo muy
primaveral. La Banda Sinfónica del Rodolfo Halffter había interpretado Expedition,
un emocionante poema sinfónico del compositor contemporáneo Oscar Navarro. Fue
la primera vez que lo oí. Me gustó, me acuerdo, porque ese tipo de música
–igual que la primavera– resucita el espíritu aventurero. Se compuso, al
parecer, para ilustrar un viaje al corazón de la Antártida; de modo que
transmite la osadía necesaria para hacerme sentir pionera en una inmensa
llanura de hielo.
Tengamos en cuenta que, cuando sonó
esta obra, yo ya venía de otro planeta. De otros. La Orquesta Sinfónica del
Rodolfo Halffter había interpretado Marte
y Júpiter, de Los planetas de G. Holst. Son piezas muy imaginativas… y
de una dificultad enorme, supongo, para los músicos. En cualquier caso, los
siete planetas –dicen– son las siete influencias del destino en nuestro
espíritu; y estos dos consiguieron influir en el mío, ¡cómo olvidar eso!
Con mayor satisfacción, si cabe (y sin
necesidad de evocarlo mirando el programa), recuerdo el Concierto para trompa y orquesta
en mi bemol mayor K. 447 de Mozart,
con que la Orquesta Sinfónica acabó la primera parte. La trompa solista estuvo
a cargo de Roberto Lerma Barrero, alumno
del conservatorio que se ha graduado este año con el Premio Especial de Fin de Carrera.
Roberto Lerma. Foto: Carmen Montalbán
Roberto sacó un sonido exquisito, cálido
y bello, que fue muy aclamado. Obtuvo un gran éxito
que espero que sea el primero de muchos en el Grado Superior que va a comenzar.
Y, ya, para empezar una primavera que
acabó antes de asomar, uno de los magníficos solistas ya consolidados del Rodolfo Halffter: Eduardo
del Río Robles. Él es profesor de Chelo, un intérprete en activo; un
músico de primera fila. Cuando Eduardo aparece en el programa, sé muy bien que
voy a disfrutar de buena música. En este caso (acompañado por la Orquesta
Sinfónica), interpretó el Concierto para violonchelo y orquesta Op.
104 de A. Dvorak) y me dejó,
como siempre, maravillada de oír algo tan bonito. Eduardo del Río es sutil y
limpísimo en sus sonidos, y consigue que, tras su música, se quede flotando en
la sala una especie de recogimiento alegre; recogimiento del que sólo salimos
tras un silencio, para gritar ¡Bravo!
Eduardo del Río. Foto: Carmen Montalbán
A Eduardo, a Roberto, a Alex y a la
Orquesta y Banda Sinfónicas del Rodolfo Halffter, gracias por dejarnos la
primavera aquí, donde se quedará hasta mucho después de que acabe el verano.
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