viernes, 18 de junio de 2010

Carmen Montalbán en Higueruelas (Valencia)

Estos días, me he perdido por Valencia.

Viajé allí para asistir al concierto de intercambio que se celebró el sábado día 12 entre la Orquesta de Cuerda del
Conservatorio Profesional de Música de Llíria y la Orquesta de Cuerda de Enseñanzas Elementales del Rodolfo Halffter, de Móstoles (Madrid). Yo había mencionado ya el intercambio en este blog; lo anuncié el día de la clase magistral de Vicente Sempere Gomis en el conservatorio Rodolfo Halffter. El resultado del trabajo previo de ambas orquestas (invitada y anfitriona) fue un delicioso concierto que ilustraré en mi próxima entrada con algunas de mis fotografías.

Hasta entonces, me limitaré a hablar de mi estancia en tierras valencianas.

Fue el fin de semana pasado (del 11 al 13 de junio). Me alojé en Higueruelas, un pueblo cercano a Llíria, hospitalario donde los haya.

“El cielo de Higueruelas”. Foto: Carmen Montalbán

A pesar de la casi continua amenaza de lluvia, no pudo hacer mejor tiempo.

Saqué la cámara; abrí los ojos, y les planté cara a treinta ─o pocos más─ desaforados gigantes metálicos.




“Turbinas de viento”. Foto: Carmen Montalbán

Son robots a imagen de aquellos antiguos molinos manchegos. Les han puesto tres brazos largos, algunos de casi dos leguas, pero sus aspas, volteadas al viento, no hacen batalla con nadie… Ni con el Quijote se habrían enfrentado. Lo que intentan estos gigantes es hacer andar las piedras de las canteras y mover las turbinas de las fábricas.

Con tales aliados, observé llena de energía las industrias valencianas.


“Industria valenciana”. Foto: Carmen Montalbán

Comprobé el tacto rasposo de sus fábricas de cemento.


“Cemento y nubes”. Foto: Carmen Montalbán
Entre los ciclistas, que hacían su particular vuelta a la sierra de Higueruelas, fui a pie. No estoy cursada en esto de las aventuras en bicicleta. Me he caído de tantas, que les tengo miedo.




“Ciclista”. Foto:
Carmen Montalbán
Lo que sí fue para mí un suceso digno de feliz recordación fue mi capítulo en el camión. En tiempos, quise uno para ser feliz, como le pasaba a Loquillo. Pues, bien, la aventura fue guiando mis cosas mejor de lo que había acertado a desear, porque ─diciendo esto─ me permitieron subirme a uno bien grande.



“Valquiria". Foto: Eduardo Poncela

Iba tan puesta yo entre la cabina y el volquete, cargado de almendras dulces, que me sentí una Valquiria en plena cabalgata. “¡Non fuyades, cobardes y viles criaturas!”.

Los valencianos me vieron tan contenta (Pipe en particular), que ni echaron de ver mis escasas dotes como camionera y me permitieron sentarme al volante… a broncearme el brazo.


“Camionera eventual”. Foto: Pipe
Y hablar por radio con los compañeros de la carretera.

“Cambio y corto”. Foto: Pipe
Gracias, Pipe.

Corto y cierro. Buena rutica y buen descanso.

No hay comentarios: