viernes, 16 de octubre de 2009

“Primavera con una esquina rota”, Mario Benedetti

“Primavera con una esquina rota” nos muestra cómo afectan el exilio y la prisión a las víctimas de las dictaduras; y, más concretamente, de la que vivió Uruguay entre 1973 y 1985.

Los puntos de vista de sus personajes van alternándose en distintos grupos de capítulos. INTRAMUROS (EXTRAMUROS después) es la historia de Santiago. En HERIDOS Y CONTUSOS se recoge el punto de vista de Graciela, su mujer; en DON RAFAEL, la visión de su padre; en BEATRIZ, la de su hija y, en EL OTRO, la de su amigo Rolando. Además, en EXILIOS, se intercala el testimonio del autor, el escritor uruguayo Mario Benedetti, que durante años vivió exiliado en Argentina, Perú, Cuba y España. El contexto, a veces, supera al texto. Esta obra funde, pues, la narrativa y el periodismo; la peripecia y la novela.

Además de “Primavera con una esquina rota”, que recibió en 1987 el Premio Llama de Oro de Amnistía Internacional, Mario Benedetti (Paso de los Toros, 1920 – Montevideo, 2009) escribió más de 70 obras de todos los géneros (narrativos, dramáticos y poéticos). Cito sólo algunos títulos: “Poemas del hoyporhoy”, “Viento del exilio” (poesía); Montevideanos”, “Con y sin nostalgia” (cuento); “El país de la cola de paja”, “El escritor latinoamericano y la revolución posible” (crítica político-social); “Pedro y el capitán” (teatro) y novelas como “La tregua”, “Gracias por el fuego”, “Viento del exilio”, “Geografías”…

Joan Manuel Serrat puso música a varios de sus poemas en “El sur también existe”.
______________________________________________________________
PRIMAVERA ES UNA PALABRA ENORME
La primera vez que oí hablar de “Primavera con una esquina rota” fue cuando una lectora de “Estás en la luna” me contó este verano en una carta que “mi uso lúdico de léxico y sintaxis” le había hecho recordar los avatares de la literatura y la palabra en esta obra de exilios. Desde que era botija, me fascinan las historias que hablan del habla; así pues, me hice con el libro que tengo en las manos. No era para menos. ¿Ha estado nunca más viva una lengua que cuando recorremos otras geografías, recreando el país que nos prohíben pisar? ¿Qué suena más hermoso y más amargo que las canciones del que no canta? ¿Quién de nosotros pierde el hábito de decir “vidriera” y comienza a decir “escaparate” si mira al otro lado del mismo cristal? El viento del exilio hace que el hablante pase del “carajo” al “coño”; del “cabayo” al “cabaio”. ¿Y los sobreentendidos?, ¿no se echarán de menos al cambio de país, entre pretéritos no compartidos?

Venga pues. Miro el primer capítulo ─Esta noche estoy solo─ y me alegro de estar en casa, con mi gente. Para leer, no necesito armar un biombo.

Como digo arriba, Benedetti sabía lo duro que es el hueso de vivir distante; por eso les hizo sitio en esta novela a sus EXILIOS reales (propios y ajenos): porque, supongo yo, él también quería quitárselos de encima haciéndonos señas desde el archipiélago humano de los refugiados.

¿Y la ficción? Te cuento. Santiago es el único personaje no exiliado (su exilio es interior). Está preso por subversivo. Cuando su país ─Uruguay─, que era una asentada democracia liberal, pasó a ser una dictadura militar, él pasó rápidamente a la cárcel. Se negó a cruzar los brazos y empezó a estar perseguido sin haber matado a nadie… ¿o sí? Agárrate, viejo, cuando sepas a quién. Después de una temporada en el enterradero, lo apresaron. Su clan acabó en desparramo; su familia exiliada, y él adentro, sí, pero apartado.

Santiago es buena gente; un hombre con acervo cultural y cultura política. Aunque está condenado a la soledad, se siente dinámico. No le mete miedo al miedo. No delata ni se afloja. No pierde el equilibrio así nomás por unos sabuesos que sí que tienen algo demencial. Lo que le preocupa es el tiempo que hace que no ve a los suyos y el que acaso transcurra hasta que vuelva a verlos. Mientras tanto, para no enloquecer con la clausura, administra su imaginación y su memoria. Recuerda días que le dan ganas de seguir viviendo. Razona. Canta tangos sin volumen, calladito. Mira las manchas de la pared de la celda y las describe en sus cartas (que consideran a la vez al censor y al destinatario). Porque en este lugarito todo parece lejano y, aunque nunca lleguen a ser puertas, las cartas son ventanas abiertas a las calles y a la gente querida.

Yo no sé si aguantaría, dicho sea de paso. Vaya uno a saber qué defensas genera. ¡Qué bárbaro! ¿Vos te habituarías a la capucha? Yo no. Con mis tornillitos a medio aflojar, no habría razonamiento que valiera.

Pongamos las cosas en claro: los demás personajes no se sienten mucho mejor que el preso. No mijito. Por ahí vas mal rumbeado. El exilio no es tan así. Los otros cuatro no están presos, pero están aprisionados en la situación.

Graciela está desajustada, herida y contusa, porque no va con la lejanía. Ahora que Ulises sueña con volverse hogareño, ella sueña con otro. No se conforma con tejer y destejer.

El otro es el duque, Rolando Asuero, para servir a usted y a su señora. Este experto en la semántica de cuerpos, tan amigo de Santiago, se ha quedado turulato ante Graciela. El futuro se avecina espeso. Qué situação.

Quien mejor se ha apoderado de los nuevos derroteros (aunque “derrotero” venga de “derrota”) es don Rafael. Se ha atrevido a soltar el bastón, porque es un viejo recomenzante. Rejuvenece. O está en ello. Ha recalado en un país llamado Lydia y, como a veces dice, está lydiando. Su única joda es que tiene al hijo preso.

¿Y Beatricita? Muy avispada para sus 9 años. De repente, diseña un sol verde ─porque no tiene retórica del cielo─, pero define con tino y con gracia el mundo en que vive, al mismo tiempo en que el mundo se va formando ante ella.

Sí, es en el poder creador del lenguaje donde la novela se torna milagrosa. No hay más que repasar los refranes de don Rafael (currículo de un dios que da con el mazo, como los escuadrones de la muerte) o las lecturas de otros personajes ("Pedro Páramo",
"El extranjero", "Tarzán de los monos", "Oda a la primavera"…).

Importan las palabras verdaderas. Entre los muros de la prisión, la que más se baraja es “puerta”; pero luego, al otro lado, florece la palabra “primavera”. La primavera es vital para el protagonista desde que su madre, una mujer desmesuradamente mesurada, murió (como había deseado) oyendo La Primavera de Vivaldi. Quizás por eso, cuando Santiago recupera su vida ─extramuros─, vuela a recuperar su primavera, aunque se le haya roto alguna esquina. Abandona el estilo epistolar y los signos de puntuación porque las manos de hada de la primavera todo lo desencadenan. ¿Lo bueno?, que Santiago todavía existe; ¿lo bravo?, que padece optimitis aguda. Va a reunirse con Graciela creyendo que su vida recomenzará. Él no sabe el libreto que vos y yo conocemos. Ahí termina la novela. Ahí empieza la película. Puta vida.

Me dejo caer en la silla y miro a mi alrededor. Después de habitar los seis metros cuadrados de la celda, mi cuarto parece el salón de los pasos perdidos. Veo dormir a los míos y me encajo la boina, porque tengo la impresión de que me ha pasado un vendaval por dentro. Me he corrido una fiesta con Benedetti, pero nunca imaginé que el estar feliz incluyera tanta tristeza. ¡Qué cosa bárbara! Soy la misma y soy otra. Tras el triunfo de los golpes militares, que siempre han ulcerado la historia del planeta, la literatura es mi patria suplente. Es increíble cuánto puede hacer todavía un borrón, unos versos comunicantes, un cuento nuevo… Si nos ponen la capucha, siempre habrá algún autor al pie de las letras que nos haga ver dentro de los ojos cerrados.

Y ahora me despido. Voy a contar milicos a ver si me duermo. ¿O cuento primaveras con esquinitas rotas?

Posdata (por si cae por aquí algún dictador): le digo a usted lo mismo que le dijo Benedetti, "por favor, no se duerma y vigíleme".

3 comentarios:

Felipe Reveco Moreno dijo...

Me encantó tu post sobre mi libro favorito... saludos desde Chile

Seba Rivera dijo...

Muy buen comentario. Sin duda que éste es uno de los libros que dejan ese "gustito" de tristeza que nos recuerda, sin embargo, lo vivos que estamos. Saludos desde Arica-Chile!!

Carmen Montalbán dijo...

Aunque con mucho tiempo de distancia, gracias a los dos: Felipe y Seba. Y un abrazo a Chile.