“Estás en la luna” ha viajado conmigo recientemente a dos Institutos de Enseñanza Secundaria de la provincia de Badajoz: el de Orellana la Vieja y el de Talarrubias.
El lunes, 30 de marzo de 2009, tuve la suerte de participar en uno de los actos culturales con que han cerrado el segundo trimestre de este curso los alumnos de 3º y 4º de la ESO (y algunos de Diversificación de 1º y 2º) del I.E.S. Pedro Alfonso de Orellana, en Orellana la Vieja. Aproveché la invitación que me hizo el Departamento de Geografía e Historia de dicho Instituto para charlar acerca de las historias ─reales y ficticias─ que esos jóvenes lectores han entresacado de mi novela “Estás en la luna”.
El lunes, 30 de marzo de 2009, tuve la suerte de participar en uno de los actos culturales con que han cerrado el segundo trimestre de este curso los alumnos de 3º y 4º de la ESO (y algunos de Diversificación de 1º y 2º) del I.E.S. Pedro Alfonso de Orellana, en Orellana la Vieja. Aproveché la invitación que me hizo el Departamento de Geografía e Historia de dicho Instituto para charlar acerca de las historias ─reales y ficticias─ que esos jóvenes lectores han entresacado de mi novela “Estás en la luna”.
La gala literaria se celebró en la Casa de la Cultura de Orellana la Vieja y fue presentada por el director del Instituto, Cándido González Ledesma. A lo largo del acto, hablamos de las raíces de los pueblos; ésas que se mantienen aunque la tierra que tengamos bajo los pies haya cambiado. Hablamos de los vínculos que unen a las personas, y de que muchos de ellos perviven y se fortalecen gracias a la tradición oral y a las historias que nos contamos unos a otros.
El clima fue agradable y amistoso, porque también había una raíz común entre esos jóvenes y yo: don Cándido.
El clima fue agradable y amistoso, porque también había una raíz común entre esos jóvenes y yo: don Cándido.
Cándido González Ledesma, el profesor que nos había reunido, no sólo se encarga de la educación de los jóvenes con quienes dialogué sobre historia y literatura, sino que fue, hace muchos años, mi profesor de Ciencias Sociales. Me alegro de haber comprobado que sigue tan dinámico como le recordaba; siempre dispuesto a encontrar el modo más ameno y efectivo de enseñar: la práctica, la investigación, el trabajo en equipo... Al día siguiente de nuestra Gala Literaria se iba con sus alumnos de marcha por la sierra extremeña. Espero que la excursión les haya aprovechado y que su recuerdo se quede para siempre entre los tesoros de cada uno, en baúles tan preciosos como el de “Estás en la luna”. Yo, por mi parte, aún conservo en el mío los debates y las asambleas de las clases de don Cándido. Recuerdo que, a pesar de mi timidez de aquellos años, era tal la motivación que nos transmitía, que incluso yo hablaba en público y me esforzaba por ser escuchada más allá del cuello de mi camisa. Gracias a él, hoy en día puedo disfrutar charlando con mis lectores en lugar de sufrir el tormento de la timidez… o sin sufrirlo apenas.
Gracias, don Cándido.
Y hablando de raíces y de cosas en común, también las tengo, y muchas, con los chicos y chicas del club de lectura del I.E.S. Siberia Extremeña, de Talarrubias, con quienes me reuní el día siguiente, martes 31 de marzo. Yo estudié en ese mismo Instituto. Varios de los profesores que tienen ellos ahora fueron compañeros míos; por ejemplo, el director, Vicente Fajardo Montalbán, que me invitó al encuentro literario.
Gracias, don Cándido.
Y hablando de raíces y de cosas en común, también las tengo, y muchas, con los chicos y chicas del club de lectura del I.E.S. Siberia Extremeña, de Talarrubias, con quienes me reuní el día siguiente, martes 31 de marzo. Yo estudié en ese mismo Instituto. Varios de los profesores que tienen ellos ahora fueron compañeros míos; por ejemplo, el director, Vicente Fajardo Montalbán, que me invitó al encuentro literario.
La labor del educador social Fernando Bueno Cañamero en el club de lectura me parece digna de alabanza. Esos chicos y chicas proceden de distintos cursos de la ESO y tienen orígenes diversos ─Casas de Don Pedro, Esparragosa de Lares, Puebla de Alcocer y Talarrubias─, pero tienen también un vivísimo interés común: la literatura. Acudieron a nuestra cita con el libro “Estás en la luna” cargados de preguntas acerca de los niños saharauis: cómo viven en un campamento de refugiados, qué comen, a qué juegan, en qué idioma hablan, a qué sabe el té, qué aprenden en la escuela, qué historias me contaron cuando viajé a Tinduf a conocerlos… Gracias a la curiosidad que ha fomentado en ellos Fernando Bueno, el tiempo se nos fue en un vertiginoso intercambio de preguntas acerca de “Estás en la luna” y otras creaciones literarias… Pues muchos de esos chicos y esas chicas no sólo son insaciables lectores, sino que están dando ahora sus primeros pasos como escritores. Les deseo mucha suerte. Ojalá que, en el futuro, sea yo quien presente alguna de sus obras y sea yo quien diga: conocí a este autor ─o a esta autora─ cuando estaba empezando.
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