viernes, 25 de noviembre de 2011

Próxima parada: “Hoyos”, de Louis Sachar

Hoyos” (2001) es una novela juvenil que mezcla el humor, la intriga, la aventura y los personajes. Cuenta cómo, un mal día, al salir del colegio, Stanley Yelnats es detenido por robar las deportivas, de Clyde Livingston (un famoso jugador de béisbol), que iban a ser subastadas para un asilo de niños sin hogar. Stanley es inocente; aún así, se resigna a su condena porque la mala suerte persigue a su familia desde que su tatarabuelo no cumpliera una promesa. El chico es “internado” en el Campamento Lago Verde, en un desierto que, antes, había sido un gran lago. Allí, conoce a un grupo de chicos; entre ellos, Zero, que se convierte en su mejor amigo. Juntos, Zero y él, descubrirán la verdad que se esconde en el reformatorio juvenil.
Hace un par de semanas, cuando volví a encontrarme con “Hoyos” en mis estanterías del salón, yo había leído este libro ya dos veces y, por algún disgusto familiar que aquí no viene a cuento (supongo que culpa de mi tatarabuela), no me sentía con ganas de ahondar en ningún libro. “Mi corazón está frío”, pensé. Pero “Hoyos” me dijo: “Eso lo arreglo yo”.

Normalmente, las novelas para jóvenes se ciñen a un hilo argumental sencillo, no vaya a ser que se distraigan los lectores inexpertos. Todos habéis sido novatos alguna vez en esto de la lectura: ya sabéis lo que se siente. “Hoyos”, sin embargo, no es un campamento de señoritas, sino una novela con todas las de la ley (es decir, una historia de historias). A su autor, Louis Sachar, no le da miedo introducir varias tramas secundarias en la principal; narraciones de episodios ocurridos muchos años antes de que naciera el chico protagonista; todas ellas, tan redondas (introducción, nudo y desenlace) que parecen cuentos. La profundidad que este desarrollo temporal le da a la obra hace que “Hoyos” sea una de esas novelas juveniles de las que puedes disfrutar a cualquier edad, aun cuando ya seas un lector experto. Porque, quizás, ir leyendo a la vez varias historias exija un poquito de concentración, pero, aquí, es el autor quien realiza el esfuerzo de intercalarlas alrededor de la principal, para que no perdamos el sentido general de la novela.

Ojalá estructurase yo con tanta maestría. ¡Ojalá!, ¡ojalá! Louis Sachar ha sabido formar un cordón perfecto; una guía a la que agarrarnos para cruzar este bello laberinto de relatos. Lo bueno es que trenza los hilos argumentales de tal forma que el resultado parece un hilo sencillo. Eso es lo que pensé hace un par de semanas, cuando volví a encontrarme su novela en un rincón de casa y la magia de la sencillez que yo le recordaba actuó sobre mí como un imán gigantesco. Ya no podía hacer nada, salvo enfrentarme al peligro que conlleva toda relectura. Suponía que alumbrar con la razón mis primeras emociones era lo peor que me podía pasar; con todo y eso, abrí la novela por tercera vez; acepté una pipa que vi entre sus páginas por todo almuerzo, y dije: “De acuerdo, Sachar, va a haber una investigación sobre todo lo que ha pasado aquí. No tengo por costumbre analizar los libros, pero estoy tan maravillada con tu estructura, que, esta quincena, por una vez, voy a deshacer tu cordón de TRAMAS para ver cuántos cuentos me cuentas y qué relación hay entre ellos”.

En fin que, en lo más hondo de esas tramas (de las que os habló ayer mi tatarabuela, que se mete en todo), he vuelto a encontrarme, por tercera vez, un tesoro oculto. Sólo ha sido cuestión de tener buena vista, pues el dedo de Sachar es como “el pulgar de Dios”, señalando adonde hay que mirar: al nido de conexiones (muy bien anunciadas) que hay entre nosotros y nuestros antepasados (no sólo entre Stanley IV con el resto de los Yelnats; sino, también entre Zero y Vigilante con todos los suyos).
Finalmente, que el protagonista cumpla la promesa pendiente de su tatarabuelo con el tataranieto de Madame Zeroni, mal que le pese a la tataranieta de Trucha Walker, es toda una revelación. Así es como, ─en el desenlace─ se enlazan en uno solo, sin nudos ni enredos, los cabos de esta preciosa trenza de historias. Finalmente, sí he sacado algo bueno de leer a la vez varios “cuentos” (además de fortalecer los músculos de mi cerebro): un placer inmenso. ¿O no es interesante saber que, antes de que yo naciera, alguien se ahogó en el desierto en el que yo puedo morir de sed? Descubrir cosas como ésa me ha hecho sentir que (aunque no sea la tía más afortunada del mundo) estoy, por una vez, en el libro adecuado. Leer sirve para algo (preguntádselo a Zero).
He terminado esta novela muy cansada: me caeré si se me posa una mosca; sin embargo, estoy tan contenta que hoy no me dormiría ni aullándole a la luna la nana de mi tatarabuela. Mi corazón se estaba endureciendo con esas amarguras que envenenan, pero ha adquirido el sabor dulce de un melocotón en almíbar. Ése es el botín escondido de esta novela que tantas veces me ha sacado de la cama: abrir “Hoyos” rellena vacíos. Ahora tengo una maleta de emociones nuevas; emociones que me salvarán cuando la nada me rodee y me obligue a perseguir espejismos.

Respondiendo a la pregunta de Carmen Nemrac I, eso es lo que he sacado de este libro: ¡literatura!, ¡literatura dulce y fresca! Es lo único capaz de hacer que llueva en los corazones desérticos. Escupíos en las manos y escarbad en el libro, os lo recomiendo. Saldréis del último hoyo con un tesoro; y, eso, sin tener que pisar serpientes de cascabel con los tobillos desnudos.  ¡Ojalá!, ¡ojalá!

jueves, 24 de noviembre de 2011

“Hoyos”. ¡Estructura! !Estructura pura y fresca!

Ahondando en la entrada de “Hoyos(“PRÓXIMA PARADA: “Hoyos”, de LOUIS SACHAR, que Carmen Nemrac V, mi tataranieta-desastre-inútil-ladrona-de-estilos publicará el siglo que viene). Por Carmen Nemrac I.
Como sabéis, el autor de “Hoyos” es Louis Sachar (Nueva York en 1954), experto en literatura juvenil. Sachar ha escrito, además, “Sexto Grado Secretos”, “Los perros no cuentan chistes”, “Secuestrado en el nacimiento”, “Escuela Wayside”, “¡Súper rápido, fuera de control!”, “Hay un chico en el Baño de la chicas” y “Pequeños pasos”.
Hoyos” es una novela recomendada a partir de 12 años. Ha sido publicada en 16 lenguas y galardonada con los premios “National Book Award” para lectores jóvenes y “Newbery Medal”. También ha sido llevada al cine: La maldición de los hoyos”, dirigida por Andrew Davis y protagonizada por Sigourney Weaver, Jon Voight y Shia LaBeouf.
Fotograma de la película "La maldición de los hoyos"

Aquí van las tramas de la novela, de las que mi tataranieta-desastre-inútil…, que ha leído el libro tres veces, igual que yo, tendría que haber hablado ya hace años (para que no la maldigáis):
TRAMA A (PRINCIPAL): Stanley Yelnats IV & Zero. Ocurre en la actualidad, en Texas. Es la historia que hace que, en seguida, hasta yo empiece a ver el mundo con los ojos del protagonista (punto de vista) y me convierta, por tercera vez, en el cuarto Stanley Yelnats de mi familia: un niño inocente, gordito, con poca autoestima, poca aceptación social y poco dinero. Mi peor problema es que, normalmente, estoy en el momento equivocado en el lugar equivocado y eso me hace parecer un chico malo… Siempre. Hasta mi héroe, un famoso jugador de fútbol, piensa que soy un cochino ladrón. Tengo tan mala suerte, que si alguien tira algo que ha robado, me cae a mí encima, junto con un castigo que no merezco. En fin que, sin comerlo ni beberlo, me veo en el Campamento Lago Verde; que ni es lago ni es campamento; es un correccional juvenil en medio del desierto, cuajado de mortíferos lagartos de pintas amarillas. Estoy aquí, vestido de naranja, con 18 meses de infierno por delante. Tengo una cantimplora vacía, una pala, y la misión de cavar un hoyo al día bajo un sol criminal que sí merecería que lo encerrasen. A diario, hinco la pala en la tierra y me peleo con la sed, con los 35 grados que haría a la sombra (si la hubiera), con las ampollas, con las quemaduras solares, con las agujetas, con las serpientes de cascabel y con la tierra que yo mismo he sacado y que se me acaba viniendo encima. Si encontrase un charco de lodo, lo lamería. Ya no soy Stanley: soy El Cavernícola, y me doy con un canto en los dientes, porque, aquí, tener un apodo es una señal de que te permiten existir y ponerte en la fila del agua, aunque sea el penúltimo. Si no fuera por mi amistad con Zero, me sentiría solo entre unos compañeros que parecen no querer a nadie y unos “monitores” crueles que sólo usan la imaginación para encontrar castigos más severos.
TRAMA B (Pasado familiar remoto): Elya Yelnats & Madame Zeroni). Es la historia de un antepasado de Stanley: su tatarabuelo-desastre-inútil-ladrón-de-cerdos. Es necesario contarla porque, aunque transcurre más de cien años antes de que Stanley naciera, Elya es el culpable de la mala suerte de los Yelnats; aquel en quien todos piensan cuando salen mal las cosas. Elya Yelnats nació en Letonia. De él en adelante (al menos, hasta Stanley IV), todos los Yelnats tendrán una suerte pésima por culpa de una maldición que pesa sobre ellos desde que Elya dejó sin cumplir una promesa.
Todo ocurrió cuando Elya tenía quince años. Madame Zeroni, una vieja egipcia, le había regalado un cerdo y le había dicho cómo engordarlo para que él pudiera competir con el otro pretendiente de la chica de la que se había enamorado. Madame Zeroni (a quien le faltaba una pierna) le hizo aquel favor con la condición de que, al final, le subiera la montaña a ella; pero, llegado el momento, Elya se olvidó de la chica, del cerdo y de la vieja, y se marchó a América (a California) con su maldición a cuestas.
TRAMA C (Pasado familiar): Stanley Yelnats I & Kate “Besos” Barlow. Es la historia del bisabuelo de Stanley; el primer Stanley de la familia Yelnats. De él en adelante (al menos, hasta Stanley IV) todos los Yelnats serán hijos únicos y todos se llamarán Stanley (“Stanley Yelnats” se lee igual del derecho y del revés). Stanley I vive un siglo antes que el protagonista, pero contar su vida es necesario porque es el Yelnats que pasó por el mundo con más gloria (hizo una fortuna en la bolsa de Nueva York), pero también con más pena (la perdió toda en Texas; cuando, a su regreso a California, su diligencia fue asaltada por la forajida Kate “Besos” Barlow, que se llevó su maleta y lo abandonó a él en mitad del desierto). Al menos, tuvo la fortuna de que Kate no le besara (sólo besaba antes de matar). Stanley Yelnats I sobrevivió a su encuentro con la forajida. Aguantó sin comida ni agua 17 días en el desierto; porque, según decía, encontró refugio en “el pulgar de Dios”, aunque anduvo tan desorientado que ni él mismo supo nunca a qué se refería con eso. Lo único que supo fue echarle la culpa al maldito de siempre (el tatarabuelo de Stanley), su padre-desastre-inútil-ladrón-de-cerdos.     
TRAMA D (Presente familiar): Stanley Yelnats III & Stanley Yelnats IV. El abuelo de Stanley (Stanley Yelnats II) debió de tener una vida corriente, puesto que Sachar salta desde el bisabuelo, el triunfador asaltado, hasta el padre de Stanley, un inventor inteligente y perseverante, pero de escasísimo éxito (por no decir fracasado) que también culpa de su mala estrella a su bisabuelo (tatarabuelo del chico). Hasta ahora, vivir junto al padre de Stanley (California) ha sido como vivir dentro de un zapato, pues intentaba encontrar una fórmula para reciclar zapatillas (sin dinero para un laboratorio… ni para un abogado) cuando, por culpa de otras zapatillas, detuvieron a su hijo y se lo llevaron a Lago Verde. Estos dos Yelnats (III y IV) no sólo comparten la mala suerte, sino también momentos felices (cuando el padre le canta al hijo la vieja nana de la familia) y una esperanza que no pierden nunca los de su apellido. El cariño de los padres de Stanley es fundamental en esta historia; pues, sin él, y sin las cartas de la madre, el corazón del niño se habría endurecido demasiado.
Hasta aquí las historias de los Yelnats, pero el autor aún incluye otras tramas (con sus propios desarrollos temporales) referidas a otros personajes que se cruzaron con ellos en un lugar: Lago Verde (Texas):
TRAMA E (Pasado Remoto de Lago Verde): Katherine Barlow – Sam. Es una historia de amor que se convertirá en una historia de odio, venganza y avaricia. Ocurrió hace 110 años, cuando Lago Verde era un pueblo apacible a la orilla de un lago color esmeralda. Por aquel entonces, Katherine Barlow era una maestra adorada por niños y mayores, y famosa por sus melocotones en conserva. Charles Trucha Walker era un joven fanfarrón y rico a quien ninguna mujer le había dicho que no a pesar de olerle tan mal los pies, y Sam un vendedor ambulante de cebollas, dueño de un campo secreto de ellas y de unos labios a los que Katherine Barlow sí dijo que SÍ. Sam era un negro muy respetado porque sus cebollas eran el remedio de todos los males y porque también él lo arreglaba todo. “Eso lo arreglo yo”, le dijo a la maestra un día de lluvia en que ella estaba triste. El beso con que le arregló el corazón es un giro importantísimo: convierte al envidioso Charles Walker en el cabecilla de un linchamiento; a Sam y a su burra Mary Lou en historia; a Lago Verde en un pueblo fantasma a la orilla de un desierto, y a Katherine Barlow en Katherine “Besos” Barlow, la temible forajida que asalta los caminos y se pinta los labios de rojo para besar antes de matar.
TRAMA F (Presente de Lago verde): Vigilante & Campistas. Es la historia de una mujer, Vigilante; pero viene de muy atrás (de la avaricia de Trucha Walker). Vigilante, la maldad en persona, es dueña y señora de la única sombra del “lago”. Vive en la cabaña en que vivió sus últimos días la legendaria forajida. Ella y sus padres, y los padres de sus padres llevaban cavando cien años en busca del botín de “Besos” Barlow. Ahora, cavan los “campistas” de Lago Verde, que ya no es “el cielo en la tierra”, sino una llanura de tierra reseca. Aunque ellos apenas ven a Vigilante, no hay cosa que teman más que sus uñas envenenadas. Saben que los está vigilando, a ver si encuentran algo en el fondo de sus hoyos…
Espero que mi tataranieta-desastre-inútil cumpla la promesa que incumplió el día quince y se digne a contarnos pronto qué es lo que ella ha encontrado en “Hoyos”.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Libertad bajo palabra

Y, puesto que aún tenemos que hablar de muchas cosas, hoy charlo con el poeta de una palabra que late bajo todas las que él dice: la palabra LIBERTAD.

  “Alas de alambre”. Foto: Carmen Montalbán

La libertad siempre es grande, y pudiera ser mayor… si preparas el terreno. Cuando acude a nuestro lado, la escuchamos dialogar en apenas un susurro sobre la dignidad y los derechos; pero, si alguien nos la quita, nos da gritos colosales que el poeta escucha y repite, como en eco.

Porque la poesía es la fábula de nuestro viaje sin fin por el mar desconocido, y el poeta es el viajero que se marcha a la aventura. Con su brújula interior; un horizonte al fondo y campo abierto, se convierte en un ángel de grandes alas, hechas con las cadenas de su férreo derecho a decidir.

“Campo abierto”

Y es que el poeta es libre, aunque esté preso. Por amor a lo que vuela, no hace nido en este suelo. Ahora, quisiera saber cuánto abarca el mar bravío, pues, para él, la tierra es chica y sólo puede crecer al lado del mar amado.

“El mar amado”. Foto: Carmen Montalbán

Así que, harto de vivir en las prisiones del tiempo, ese hombre libre que digo nuestro poeta toma la libertad bajo palabra y se marcha, viento en popa, a cantarle odas al aire; como una cometa al viento.

“Para él, la tierra es chica”. Foto: Carmen Montalbán

*He empleado para este recorte versos de poetas citados al final de mi entrada “Que tenemos que hablar de muchas cosas