miércoles, 15 de diciembre de 2010

Alejandro Suárez Antonovitch: el dibujo que narra

Estos días, me he marchado de viaje a Manticodela, el bloc / blog de dibujo de Alejandro Suárez Antonovitch (Gijón, 1984).
“Refugiado 1”, Alejandro Suárez Antonovitch

No es mal sitio para perderse, créanme. Alejandro Suárez Antonovitch ubica Manticodela (el paraíso buscado y nunca encontrado) en las proximidades del Mar Rojo, en el límite de la gran cascada y los jardines colgantes. Es un lugar cautivador que te invita a errar a través de él; porque, allí, la tierra se vuelve sobre sí, cual si fue ra papel, y Alejandro la emplea como bloc de dibujo…


“Dunas y tetera”, Alejandro Suárez Antonovitch

… O como el cuaderno de viaje de su propia vida, pues este bloc / blog, sobre todo, ilustra un camino, una evolución; ilustra cómo trabaja este ilustrador de textos literarios, creativo en documentales, en publicidad, y en estudios de fotografía; ilustra su estilo originalísimo; su versatilidad; sus gustos (el jazz, el tango, la escultura, los caricatu ristas de los años cuarenta; la cultura japonesa; la pureza del desierto; el blanco y negro; lo policiaco; las expresiones faciales; la ciencia ficción; el encanto de los bares; el cómic; los tipos urbanos)…

Alejandro Suárez Anton ovitch es un ilustrador ilustrado. Sus estudios de Filología Hispánica, música (es saxofonista), animación en 3D, videojuegos… y sus lecturas de todo tipo (narrativa, cómic, poesía, mística, ensayo…) le han aportado líneas de pensamiento que también asoman a sus dibujos y los perfilan ─además de con los trazos limpios y rápidos de su mano─ con esa otra clase de trazos que se ven con los ojos de la mente. Para mí, Alejandro es un Borges de las artes plásticas; un Escher que se hubiera metido a literato, para narrarles a los ojos cuentos enigmáticos.


“Miscelánea de tal cosa y tal otra, 3”, Alejandro Suárez Antonovitch

Su cuaderno de dibujo masculla, cuenta, relata. Sus puntos son metáforas, amargos posos de té que se convierten en un alfabeto. Sus personajes se metamorfosean. Sus ojos se convierten en lunas. Sus dunas se convierten en mantos. Sus sombras se convierten en trazos… Cuanto más tangible me parece algo, más abstracto se torna a la segunda mirada y más pronto se llena de un sentido más hondo que aquella realidad que presentí.
He estado pensando en Alejandro estos días, mientras andaba perdida por los laberintos y las bibliotecas de “Kafka en la orilla”, del escritor japonés Haruki Murakami. Alejandro acudía a mi cabeza no sólo porque es amigo del Japón; no sólo porque el arte también es para él una cuestión de naturaleza moral o porque suele ir con un libro en la mano, como el protagonista de “Kafka en la orilla”, sino por coincidencias en los gustos e influencias literarias que he encontrado entre este dibujante y el autor de la novela: el amor por “Las mil y una noches”; las metamorfosis kafkianas; las afinidades con Borges y sus laberintos…



“Los últimos cien metros”, Alejandro Suárez Antonovitch

Conozco personalmente a este artista febril. He visto en acción más de una vez su lápiz mágico y la tinta fantasiosa de su pluma. Lo he visto a él ─sentado al borde de un libro, de un saxo o de un acantilado─, atento a las mismas olas que yo contemplaba; a las mismas rocas; a los mismos pájaros; a la misma luz; a las mismas flores de montaña… pero viendo otras muchas cosas que aparecen sólo cuando él las mira. Si Alejandro dibuja el pan que come el viejo pescador, ese pan que asoma en su cuaderno atrapará la miga entre las hojas, y el sabor a vino, a miel, a vinagre…
Viaje a Manticodela es el ojo de buey a través del cual Alejandro S. Antonovitch nos permite mirar ese bloc de papel y el portafolios virtual de su ordenador, y probar el sabor variopinto de sus creaciones, de sus dibujos, de sus máscaras, de sus animaciones, de sus trajes, de su galería de retratos, de sus viajes, de sus ingenios…

Clint Eastwood, tal como Alejandro lo veía a los diecisiete años

No puedo proporcionarles ningún mapa; porque en la siempre distante Manticodela no hay senderos marcados. Aquí, todo se mueve. Igual que en el cuaderno real parecen en ebullición hasta las hojas en blanco, en el virtual nos preguntamos: ¿a qué guerra, a qué frontera, a qué camino nos llevará Alejandro mañana? ¿Nos conducirá a un arrozal en Indochina, a una taberna galáctica, a un libro juvenil, o al entierro de la sardina en un cartel de carnaval?... ¿Nos echará a volar sobre las olas o nos encerrará en las cárceles de arena en que están encerrados los saharauis?


Este artista siempre anda pergeñando un camino distinto, una criatura nueva. Su galería de personajes es amplísima. Tan pronto nos presenta a Lawrence de Arabia como a Clint Eastwood. Lo mismo nos retrata a un pistolero, a un refugiado, a un superhéroe de videojuego, a un minotauro cubista, al detective de una novela negra, a un piloto del futuro o a un cowboy, que a la gente de todos los días: el cara-culo; el hombre perro; el perro hombre; los hombres gamba… ¿Por qué no? Alejandro diseña personajes originalísimos, por el placer de inventarlos. Sabe poner fantasía en lo real y darle realidad a lo imaginario. Se mueve con soltura por el cómic y por los videojuegos; por las experiencias extremas de la humanidad; por lo bello; por lo horrendo…

Etiopía”, Alejandro Suárez Antonovitch


En fin, que les recomiendo que se pierdan por los laberintos de Manticodela.

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