(Discurso
de Mateo Lorente —director del Conservatorio Profesional de
Música de Móstoles Rodolfo Halffter— durante
el Concierto
de Navidad en el Teatro
del Bosque, el 19 de diciembre de 2015)
Buenas noches, Sr. Alcalde, Concejala de Educación y demás
miembros de la Corporación Municipal. Señoras y señores: bienvenidos a este Concierto de Navidad.
Hoy nos encontramos con la paradoja de una jornada de reflexión que, oficialmente,
ocurre solo cada 4 años (como si la reflexión solo fuera necesaria tan
espaciada en el tiempo). ¡Qué grande sería tener 3 años y 364 días de reflexión
y el día que sobra para todo lo demás!
El concierto de hoy es doblemente necesario: por una parte,
porque es la exposición de un trabajo realizado por un equipo docente
cohesionado y con un mismo objetivo (que no es otro que el que nuestros alumnos
crezcan y se desarrollen de la mejor manera posible); y, por otra parte, porque
estamos contribuyendo a que la vida de algunas personas sea un poco más fácil.
Quisiéramos que los aplausos de hoy estuviesen dirigidos a todos
esos individuos anónimos que, desde que
se levantan, luchan para que otras personas puedan integrarse en la sociedad y
lleven una vida lo más digna posible dentro de este caos que es organizar al
ser humano.
Quizás nuestra sociedad esté volcada en su admiración por
el artisteo; por lo banal y lo efímero;
por el que vende imagen (por el que nos vende algo, en definitiva)…, cuando nuestra
admiración y respeto deberían estar proyectados a todas esas personas anónimas
que, sin desfallecer, se levantan un día y otro día y otro día —hasta el final
de su vida— con el propósito de enmendar la creación y lo que —a primera
vista— es incomprensible, como es entender a una persona diferente.
Una de nuestras asociaciones beneficiadas tiene el nombre de
“Accede a respiro” porque los que se dedican a estas labores hacen que las familias puedan
respirar, siendo el respirar lo más elemental en el ser humano. Sin respiración,
no hay vida posible. Y ellos, con su labor, dan vida e iluminan la tremenda
oscuridad del anuncio de la diferencia.
Por eso, cuando —en nuestra pequeñez de miras— nos quejamos, olvidamos lo privilegiados que somos por poder ser autónomos; por poder, a pesar de las dificultades, intentar dibujar un camino y un destino… Otros nunca podrán. ¡Nos sobran tantas palabras y nos faltan tantas acciones!
Por eso, cuando —en nuestra pequeñez de miras— nos quejamos, olvidamos lo privilegiados que somos por poder ser autónomos; por poder, a pesar de las dificultades, intentar dibujar un camino y un destino… Otros nunca podrán. ¡Nos sobran tantas palabras y nos faltan tantas acciones!
Cuando llegan periodos como la Navidad, parece que nos volvamos fraternales,
pero nuestra frágil memoria enseguida vuelve a su rutina del tenaz olvido.
Queremos que —en este proceso educativo— hacer que
aflore el ser solidario no sea una pose centrada solo en un punto del
calendario. La solidaridad, la ética, la fraternidad no son patrimonio de nadie
ni de ningún periodo del calendario y sí del ser humano. Convencidos estamos de
que todos estos valores anidan en todos los seres humanos. Lo que nos diferencia a unos de otros es
cómo hemos sabido desarrollarlos y ponerlos en práctica... Pensamos que la música
ayuda a extirparlos del ego y traerlos a la superficie, por muy escondidos o
atrofiados que se encuentren.
Alcanzar la sabiduría es conseguir la capacidad de percibir
la unidad donde otros ven división; porque, fuera de la unidad, lo único que
nos diferencia es el grado de ignorancia. Cuanto más ignorantes seamos, más
lejos estaremos de esa unidad que nos permite el conocimiento de lo real, de lo
que permanece inmutable a través del tiempo y del espacio. Combatir la
ignorancia debe ser o debería ser un propósito sin fisuras.
La música adorna el camino del conocimiento; no lo decimos
nosotros: está probado a lo largo de siglos, a pesar de que algunos se empeñen
en retorcer dicha evidencia.
Cuando —al final— baje el telón, saldremos todos con un estado vital más
saludable; nos sentiremos mejor por la música y por habernos sabido útiles. Los
que trabajáis en las asociaciones volveréis a vuestras rutinas; con una
bocanada de aire para poder respirar, para que los demás puedan respirar; con
un poco más de aliento.
¡Ojalá pudiéramos dar más! Es tan fácil lo que hacemos,
que os agradecemos la oportunidad que nos dais de ayudar. Ayudándoos, nos
ayudamos a nosotros. Las celebraciones terminarán y ojalá estos actos no fueran
necesarios porque en la sociedad fuéramos capaces de dar respuesta a todos los
que no han tenido el mismo destino, también llamado por algunos “suerte”.
Quedan menos de 4 horas de reflexión y no quiero robaros ni
un minuto de ella (que, si no, hasta dentro de otros 4 años no gozaremos de tal
privilegio). Exigimos responsabilidad a todos los que nos rodean, pero ¡qué
poco nos paramos a pensar en la nuestra individual! Seguro que, si en vez de
lanzar soflamas intentando cambiar el mundo, lo cambiáramos en lo que de nosotros
depende; si en vez de exigir responsabilidades a los demás, nos las exigiéramos
a nosotros mismos, el mundo —no cabe duda— sería diferente. Pero esto de la
coherencia requiere mucha reflexión, y no sé si tendremos tiempo en las 4 horas
que nos quedan…
Todos los que hacéis que el mundo sea un lugar un poco más habitable (sin estridencias, sin alharacas, sin querer aparentar ser los mejores, sin buscar nada a cambio, sólo el bienestar ajeno) hacéis que todo esto tenga sentido y sois el ejemplo que hay seguir. Los demás tenemos mucho que aprender de vuestra lucha sorda, de vuestra paciencia infinita, de vuestra mirada limpia y cómplice en y con el dolor ajeno. No manejamos el tiempo como vosotros, que sois capaces de emplearlo sin límite y sin condiciones en los demás. Eso sí es “servir a los demás” (frase repetida con frecuencia estos días, no recuerdo dónde). Nosotros no paramos de repetir “No tengo tiempo, no tengo tiempo”, como si hiciéramos cosas importantes; pero, en el susurrar de ese respiro que es la vida, el oxígeno lo habéis puesto vosotros, y nosotros no nos hemos dado cuenta.
Todos los que hacéis que el mundo sea un lugar un poco más habitable (sin estridencias, sin alharacas, sin querer aparentar ser los mejores, sin buscar nada a cambio, sólo el bienestar ajeno) hacéis que todo esto tenga sentido y sois el ejemplo que hay seguir. Los demás tenemos mucho que aprender de vuestra lucha sorda, de vuestra paciencia infinita, de vuestra mirada limpia y cómplice en y con el dolor ajeno. No manejamos el tiempo como vosotros, que sois capaces de emplearlo sin límite y sin condiciones en los demás. Eso sí es “servir a los demás” (frase repetida con frecuencia estos días, no recuerdo dónde). Nosotros no paramos de repetir “No tengo tiempo, no tengo tiempo”, como si hiciéramos cosas importantes; pero, en el susurrar de ese respiro que es la vida, el oxígeno lo habéis puesto vosotros, y nosotros no nos hemos dado cuenta.
Gracias, gracias eternas por vuestra ternura… Disfrutemos
de este momento. Tomemos y busquemos la felicidad como un propósito vital sin
principio ni fin y, entonces, la Navidad
y el resto del tiempo —como una caricia en la eternidad— cobrarán sentido.
Buenas noches.
(Ver más en LOS
CONCIERTOS DEL CURSO 2015-2016)
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