jueves, 26 de mayo de 2016

CARTA AL CLUB DE LECTURA JUVENIL “ENTRE LETRAS”

Queridos niños y niñas del CEIP Alonso Berruguete, de Valladolid:

Soy Carmen Montalbán, la autora de Estás en la luna, el libro que muchos de vosotros acabáis de leer. He recibido una carta emocionante que me lo ha contado. La firmaba Mar, a quien conocéis del Club de Lectura Juvenil “Entre letras”, que ella organiza junto con Vicente (ambos, padres de alumnos de vuestro colegio).



Esa emoción vuestra al leer Estás en la luna que Mar me ha transmitido hace que ahora sea yo quien “esté en la luna” (de satisfacción).
Sara, una de las niñas lectoras, había comentado en vuestro blog: 


 Mil gracias, Sara.
Os escribo (a ti y a todos tus compañeros) para agradeceros una lectura tan entusiasta. Sois los lectores así los que lográis que un libro pueda resultar  entrañable.
Estuve en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf porque quería ver el desierto. El desierto me impresionó, pero aún más el hospitalario pueblo saharaui. Fueron ellos los que me hicieron sentir la necesidad de contar alguna historia inspirada en mi experiencia.
La comunicación es importantísima, por eso os agradezco que me hayáis contado vuestras impresiones. ¿O no estáis de acuerdo conmigo en que el mayor tesoro del cofre de Bahía no se guarda dentro de él, sino alrededor? Para mí, el primer valor de ese baúl es que consigue reunir en torno suyo a la abuela y a la nieta, mientras nos cuentan su historia…
Así se “atesoran” las buenas compañías: guardándolas dentro del corazón. Estoy segura de que las vivencias felices que compartimos con nuestros mayores nos convierten en mejores personas.
Mi abuelo Juan, murió cuando yo era pequeña, pero me dejó muy bonitos recuerdos..., y un baúl (el mío no tenía palmeras, sino bellotas). Una noche en que me había acostado preocupada porque no se veía la luna, soñé con que la buscaba por el pueblo. No la encontré hasta que miré en el baúl de mi abuelo. Cuando lo abrí, la habitación se llenó de luz y me desperté… ¿Os suena de algo?
Una “joya” que sí está escondida dentro del cofre de palmeras (además de las perlas, el espejo y las túnicas) es la foto de la casa que Bahía había tenido en tiempos en el Sahara Occidental. La casa de la infancia es lo último que se olvida, aunque una acabe refugiada en una tienda de campaña. Muchos saharauis están refugiados desde hace 40 años. Ya sabéis lo que son los refugiados; por desgracia, habéis visto las noticias; niños descalzos en el barro, huyendo de la muerte y la miseria.
Antes de venir a estudiar Cine a España, Baraka siempre había vivido en el campo de refugiados en que nació (Tinduf, Argelia); por eso le costaba tanto imaginar los grandiosos sueños que había tenido su abuelo Abdulá, el Lunático: quería ser astronauta y pisar la luna en un cohete espacial. Pero, aunque Baraka no pudiera imaginarse una vida tan libre y tan rica, la abuela quería verter en su cabeza todos aquellos recuerdos antes de que a ella misma se le olvidasen.
Seguro que conocéis a alguien con alzhéimer. Lo padecen muchos ancianos en todo el mundo. Como ya sabréis, esos enfermos necesitan muchos cuidados y mucho amor para no sentirse tan perdidos. Pero es muy difícil cuidar de alguien cuya mente empieza a borrarse como una pizarra... Baraka, al principio, vigila a su abuela a regañadientes; sin embargo, al final, descubre con satisfacción que toda la memoria que ha ido perdiendo Bahía la ha encontrando ella. La niña no ha pisado su país, pero sabe que es de allí; no ha visto nunca las ventanas con margaritas de la casa familiar, pero puede olerlas. En ese tipo de macetas regadas con fantasía están las verdaderas raíces de los pueblos.
El intercambio de recuerdos cada noche alrededor del baúl forma un vínculo. Los vínculos son lazos invisibles que unen los corazones de las personas; lazos que no se rompen ni con la muerte; por eso sonreís leyendo esta historia, a pesar de las lágrimas. La literatura es como el té que Baraka y Bahía se toman juntas, mirando a la luna: suave, amarga y dulce (como el amor, como la vida, como la muerte).
La lectura también crea vínculos. Los hilos transparentes que salen de los libros como cuerdas traviesas nos atan de algún modo al resto de la gente del mundo. Cuando leemos de cerca la historia de la gente, vemos que, aunque creíamos que los demás eran “exóticos”, nos parecemos más unos a otros de lo que habíamos pensado. Para Baraka, nosotros somos los raros.

Seguid leyendo, por favor, y siempre habrá un escritor que siga comunicándose con vosotros y algún futuro esperando que plantéis en él las huellas de vuestras zapatillas… o las plantas de vuestros pies descalzos.
Os vuelvo a dar las gracias a todos por una lectura tan inteligente y, a la vez, tan placentera. Un abrazo muy fuerte para todo el CEIP Alonso Berruguete. Aprovecho la publicación para saludar también a los chicos y chicas de los colegios a los que he visitado con mi obra: IES Pedro Alfonso de Orellana, de Orellana la Vieja (Badajoz), IES Siberia Extremeña, de Talarrubias (Badajoz), Colegio San Viator (Madrid), Pequeño Príncipe, de Leganés (Madrid), CEIP El Jarama, San Fernando de Henares (Madrid)…



Que tengáis un verano estupendo. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchísimas gracias por tu carta tan bonita, Carmen.

No te puedes imaginar la ilusión con la que la han recibido los niños. Sara no se lo podría creer y no podía parar de llorar de la emoción. Supongo que pensarán que los escritores no son personas de carne y hueso, sino seres fantásticos como los personajes que habitan en sus historias.

Seguro que los niños siempre recordaran que un día la escritora de un libro maravilloso les escribió una bonita carta, precisamente a ellos. Y seguro que para ellos no caerá en el olvido y no permitirán que Bahía y su pueblo pierdan sus recuerdos, sus orígenes y sus raíces.

Muchas gracias de corazón y un fuerte abrazo.
Mar.

Carmen Montalbán dijo...

¡Muchísimas gracias a vosotros! Los escritores somos humanos, ¡claro que sí!... Supongo que habrá de todo, pero yo creo que la humanidad es lo mejor que tenemos... Otro curso, si queréis, os visitaré con gusto. Es bonito emocionar... y emocionarse. Se suele conseguir sin pretenderlo, cuando la historia trae los sentimientos de las páginas de atrás y el narrador que los encauza y los contiene es sincero... La carta de Sara está muy bien escrita; si continúa leyendo y redactando, no tardará en lograr emocionar... Abrazos para ella y para todos sus compañeros, que seguro que también lo hacen muy bien. Que paséis unas deliciosas vacaciones, con mucho juego, lectura y redacción...

Anónimo dijo...

Sería un honor y un auténtico placer que nos visitaras el próximo curso.

¡Mil gracias, Carmen!!!!!

Mar.