lunes, 2 de marzo de 2015

Enroscando calendarios

Aunque el día 1 de enero colgué en la pared el calendario nuevo, aún no había tirado a la basura el del año pasado. Por fin, esta mañana, la alcayata se desprendió sola y ese cuadernillo de doce hojas viejas se desplomó como un gigante atolondrado.

El 2014 había pasado por mi casa igual que una visita ruidosa y difícil que tampoco se alegró de verme a mí. Nos contamos mutuamente muchos chismes. Ese había sido el año en que dejé de fumar. No contaré los detalles ahora porque quizás merezcan capítulo aparte (o, quizás, silencio), pero sepan que es posible. Tampoco le quiero dar importancia a la crisis. Por no mencionarla, llevo dos meses sin cerrar el año. Alrededor de ella, el tiempo se comporta como una herida abierta. He aguantado como la mayoría de los españoles: intentando contentar a Tía Miseria y temblando al hacer las listas de la compra… 

...Esas cosas pensaba esta mañana, cuando vi el calendario dar vueltas junto a los rodapiés –así, todo enroscado por detrás de la mesa–. Estuve a punto de darle una patada. Por suerte, recordé el Concierto de Navidad del Conservatorio Profesional de Música Rodolfo Halffter, de Móstoles (Madrid) y decidí que no debía comentar el 2015 sin echarles un último vistazo a las fotos de aquel magnífico concierto.


Como he leído por la Red, a mal tiempo, buena música. Me alegro de haber luchado contra mi extenuación de final de trimestre, porque no habría querido perderme la que escuché aquellas dos noches.

Llegué a ambas funciones dispuesta a no ser objetiva. Eran las primeras experiencias de mi hijo Daniel Poncela como concertino de la Orquesta Sinfónica de Enseñanzas Profesionales, dirigida por Alexandre Schnieper.

Dani ya había sido Primer Violín años atrás, en la Orquesta de Cuerda de Enseñanzas Elementales que abrió el Programa, bajo la dirección de María Dolores Encina.


Le tengo mucho cariño a la agrupación infantil. Siempre me quedo con ganas de volver a oírla. Suena de maravilla. ¿Recuerdan que le concedieron la Medalla de Oro en el Festival Internacional de Arte Juvenil, en El Escorial? Otra cosa justa del 2014. ¡Merecidísimo premio!

María Dolores Encina ha enseñado a sus alumnos a crecer con la buena música. Esos chicos y chicas buscan a diario su mejor sonido. No se conforman con menos. Les fascina estrenar obras nuevas. En el Concierto de Navidad (exceptuando “Noche de paz”, de Franz Gruber) las piezas que tocaron habían sido compuestas para ellos. Eso es un regalo que saben apreciar y que les entusiasma año tras año.

Mirlo”, el Homenaje nº 7 de Eduardo del Río (profesor de Cello y de Música de Cámara en el Rodolfo Halffter) es de una sutileza elegantísima.

Pizzicatear”, de Pablo Cerezo, tiene la alegría pueril y contagiosa de los juegos infantiles, como tintineantes canicas de cristal.  

Para remate, las otras dos piezas, “Ilusiones I”, de José Gabarda y “Oriental”, de Carlos Piñeiro –a cuál más evocadora–, eran estrenos mundiales.

Así que asistimos a lo nunca oído. Piezas confeccionadas con sumo primor, a la medida de músicos muy jóvenes, pero que ya reconocen y aprecian la buena música. Niños que están aprendiendo a buscar el Norte con su… brújula musical.

Todos estaban contentos de que los autores de las piezas estuvieran presentes en el Teatro del Bosque. Y muy contentos también los propios compositores, que habían venido –desde puntos muy distantes y distintos– a escuchar sus obras de manos de los pequeños músicos que las habían estrenado. ¡Un verdadero triunfo!

Perdí los pocos nervios que tenía aplaudiendo.

Los aplausos siguieron sonando en la segunda parte del concierto, a cargo de Alexandre Schnieper


Por fin, tras el color de los coros y la alegría de la banda, le tocó el turno a la Orquesta Sinfónica. Fue entonces cuando vi a mi hijo en el primer atril. Confieso que yo iba dispuesta a seguir batiendo palmas, sonaran los músicos como sonaran. Por fortuna, lo que escuché me resultó tan encantador, que me olvidé de todo lo demás.    

La Sinfónica del Rodolfo Halffter tocaba fragmentos de “El Cascanueces”; esta vez, sin danza. Álex le sacó un sonido precioso. Yo no solo era una madre satisfecha; me sentía orgullosa, también, de formar parte del público. Disfruté más que nunca. Aquella afinación amansó por completo mis nervios y calmó los latidos que, al principio, intentan desbocarse. Era una música madura y hermosa, como de orquesta  profesional…

Sé que para mi hijo y para sus compañeros era un día importante… Sobre todo, porque lo habían hecho muy bien. Se los veía más y más felices regalándonos aquellos sonidos dulces, pero poderosos; aquellos recuerdos limpiamente emocionantes.


Entonces, mientras la sala aclamaba el concierto, yo seguí quieta un instante, saboreando mi propia alegría. Esa satisfacción es la que me ha ayudado hoy a perdonarle la vida al 2014; extender diciembre suavemente, y marcar con florecillas de tinta verde aquel hermoso concierto.

¡Qué bonita es la música que nos mantiene a flote, tan felices!


Por cierto, no se lo van a creer... ¿Sabían que Álex sigue sin novia? 

2 comentarios:

Ana Blasfuemia dijo...

2014 fue el año que dejé de fumar y 2015 el año en el que volví a fumar. 2014 me dió todo y 2015 me lo quitó... Peeeero... "a mal tiempo buena música", y en eso estoy, con la música intentando salir a flote, por eso me ha encantado leerte :)

Un abrazo

Carmen Montalbán dijo...

Gracias, Ana. Yo también estoy encantada de leerte. Lo del tabaco es durísimo, pero no te rindas. Puedes darte unos días y volver a intentarlo. Muchos abrazos.