Hoy me ha enviado un
amigo las fotos que hizo el pasado viernes en el Museo de la Ciudad de Móstoles, mientras presenté mi última
novela, “Palabras
Mayores”.
Para mí fue una tarde
entrañable, de las que hay que conservar en el recuerdo.
Yo había querido anunciar
mi libro en Móstoles porque me siento muy ligada a esa ciudad. Mis hijos
estudian música en el Conservatorio
Rodolfo Halffter.
He tenido que acompañarles desde Madrid muy a menudo y esperarles “matando el
rato”, desde hace años. Por suerte, Móstoles tiene vidilla para hacer pervivir
todos esos ratos que… “se matan”. La prueba es que mi blog, Los
recortes de Carmen Montalbán (el libro de viajes de mi espíritu), pasa muy a menudo por
esas coordenadas: 40º 20' latitud norte, 3º 52' longitud oeste. Me encuentro a
gusto allí, y creo que el lugar está a gusto conmigo. Las madres y los
padres de estudiantes de música acabamos formando parte del paisaje que rodea
los conservatorios; como las gaviotas en las playas.
Los mostoleños
disfrutan de tantos eventos artísticos que, efectivamente, han aprendido a
disfrutarlos de verdad. Personas de toda edad y condición aprecian los museos,
los conciertos, las presentaciones de libros… La gente se deja embaucar por la
belleza, entienda o no de arte (como niños que persiguen al flautista de
Hamelín). Es magnífico.
Para hablar de “Palabras
mayores”, yo había elegido el Museo de la Cuidad precisamente por
eso: porque es ahí donde quedé encantada por profundas emociones musicales que
no acabaré nunca de comprender del todo. Hoy (el viernes pasado) no venía a
escuchar música, ni a aplaudirla, sino a hablar de mi nuevo libro. Para perder
el miedo al público, no tuve más que cruzar el umbral. Enseguida, me inundó esa
calma que me ha hecho sentir siempre el Museo de la Ciudad; sus conciertos de
piano y las audiciones de Música de Cámara que nos han regalado alumnos y
profesores del Rodolfo Halffter…
Si llevaba algún
nervio colgado a la espalda, se esfumó en cuanto escuché hablar, en nombre del
Museo y en el suyo propio, a Francisca
Ballesteros. Fue ella quien presentó el acto. Habló de las víctimas y
verdugos de mi libro; de ecos de Macondo, de Comala, de dichos de la tradición
oral y de las situaciones cómicas que originan algunos de esos dichos en “Palabras
mayores”. Había hecho una lectura inteligente y muy halagadora para mí;
pero, sobre todo, había leído el libro con el corazón (que es la forma más
enriquecedora de leer un libro). Se había dejado arrastrar por la historia
hasta el punto de pasarse de parada de autobús… y hasta el punto de tener que
callarse ahora –mientras nos contaba sus peripecias–, para reírse más a gusto de
las carcajadas de personajes como Diego Caracol (cuya vida pendía de un hilo
sin que él pudiera hacer nada más que eso: morir de risa).
Vale la pena escribir
si hay lectores que pueden disfrutar de esa forma. Gracias, Francisca: incluso
yo salí de allí con ganas de releer la historia.
Hasta la presentación
en Móstoles, había hablado dos veces en mi blog de “Palabras Mayores”. La segunda, fue el día que oí el disco de Eduardo del Río, Las
joyas del violonchelo español, mientras corregía galeradas. La
primera, antes de encontrar editor, durante el curso pasado. Fue cuando mi hijo,
Andrés Poncela, practicaba al piano La
catedral sumergida de Debussy. Inundé la iglesia de mi
historia muy poco antes de saber que la catedral de la leyenda bretona que
inspiró a Debussy emergía, cada cierto tiempo, de las aguas gélidas y
cristalinas del Mar del Norte. En aquella ocasión, os conté que también Aguado,
el pueblo de mi historia, acabó sus días al fondo de un pantano imaginario tras
la construcción de una presa. Os adelanté entonces, impresionada por la
coincidencia, que la campana de su iglesia dobló hasta quedar cubierta por el
agua y que esa inundación fue un asunto más sonado que la campana de Huesca…
De nuevo, el viernes
pasado, Andrés volvió a interpretar La catedral sumergida. Esta vez, la
tocó en el Museo de la Ciudad, para compartir con el público que venía a
conocer mi libro la impactante belleza de aquellos carrillones espectrales.
Tras escuchar a mi hijo, hablé con vosotros de la catedral que inspiró a
Debussy y de la iglesia de Aguado (mucho más modesta) que emergió de mis mares
interiores para sonar dentro de mi libro. Hablé con vosotros de pueblos
hundidos, de leyendas (Atlántidas) haciendo doblar campanas en nuestras mentes
busca-mitos; de esas aguas embalsadas que forman los pantanos actuales,
testigos de tantas vidas anteriores; os hablé de mis protagonistas mexicanas y
del ficticio lugar de España en el que vienen a caer; de personajes que matan
por cuatro verdades, por un nombre, un apellido, una denominación de origen… En
fin, que los dichos aún pinchan y cortan en los alrededores de Cerro Caracol;
el agua está encharcada, pero hay remolinos que anuncian realidades profundas…
A todos los lectores,
muchas gracias por poner “Palabras mayores” en vuestra
Alejandría particular y por regalarme, luego, lecturas tan personales.
Nos vemos el jueves día 12 de
junio en la Feria del Libro de Madrid, pues firmaré ejemplares en la caseta de
la editorial ViveLibro (143), donde podéis adquirir vuestro ejemplar de “Palabras
mayores”.
También podéis conseguirlo en Casa
Antón (Cuerres, Ribadesella, Asturias), durante mi presentación, el 2 de agosto…
O bien, en Amazón,
en Esebook,
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