miércoles, 9 de abril de 2014

Medalla de oro para la Orquesta Infantil del Rodolfo Halffter

Como ya sabrán, la Orquesta de Enseñanzas Elementales del Conservatorio Rodolfo Halffter, de Móstoles, participó el domingo 9 de febrero en el Festival Internacional de Arte Juvenil 2014.

Cuando María Dolores Encina, la directora, me anunció aquel viaje al Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial, me habló de él como si se tratara de uno de sus intercambios habituales, pues la Orquesta que dirige ha compartido su música con escuelas y conservatorios de toda España. Para Lola, esta experiencia se adivinaba tan apasionante como las anteriores solo que, por primera vez, tendría un carácter internacional, ya que había sido invitada a El Escorial (junto a otras muchas agrupaciones de la Comunidad de Madrid y de China) por la Asociación España Asia para la Promoción Económica y de la Cultura.



No conseguí invitación. Mi hijo Andrés ya había pasado el relevo como “pianista titular” (ver comentario de aquel precioso concierto). Así pues, le pedí a Lola que me llevasen como fotógrafa si algún día la reclamaban en Asia y, por ahora, me conformé con asistir al ensayo del viernes anterior al evento. Se trataba de una clase especial. Aquel día, una banda sinfónica de China visitó el Rodolfo Halffter y nos ofreció un adelanto de lo que tocaría en el Festival, dos días después.

Fue un concierto breve y casi improvisado, pero chispeante. La Escuela China de Ciencias Agrícolas (Afiliada Instituto Primario) tocaba sin partitura. No sé si es frecuente allí. A mí me sorprendió. Pienso –quizás me equivoque– que hacer concordar la música de tantos niños tocando de memoria puede ser para ellos un esfuerzo inmenso y, tal vez, un riesgo innecesario. En cualquier caso, lo hicieron de maravilla. Interpretaron varias marchas de aire militar y legendario, y un divertidísimo cuarteto de tubas. En cuanto a los niños y niñas del Rodolfo Halffter, nos ofrecieron una parte de lo que tocarían el domingo en El Escorial: “Tres maneras distintas de caminar”, del compositor y profesor del Conservatorio Pablo J. Berlanga.



Me quedé con las hermosas sensaciones del ensayo, pero estuve algo inquieta todo el fin de semana. Es lo que tiene la ausencia. ¿Ojos que no ven, corazón que no siente? ¡Ya, ya! Por fin, el lunes, llamé a Lola para preguntarle qué tal les había ido en el Concierto. La encontré muy contenta. Hay dos condiciones indispensables para que ella valore positivamente los viajes de su Orquesta: que sus músicos se sientan bien tratados y que sean felices haciendo música. Ambas se habían cumplido. Por añadidura, habían disfrutado de El Escorial, del magnífico Auditorio y de un bellísimo día nevado. Además, me dijo Lola como de paso, les habían dado un premio…
Foto: José Laporta

El premio la había pillado por sorpresa. Ella no había pensado que un festival pueda traer, añadida, una competición. La habían invitado a tocar y había aceptado; eso era todo. Mientras me lo contaba, se reía de su propia ingenuidad. Yo también bromeé sobre algo positivo: se habían librado de la presión de concursar. La risa nos cortaba la palabra a un lado u otro del hilo telefónico. Cuando ella logró hablar fue para burlarse de su estupor final, al recibir una de las medallas. El martes, fue Lola quien me llamó a mí, para seguir riendo. Una alumna de nueve años le había aclarado, en clase, algo de lo que ella no se había dado ni cuenta: habían ganado el primer premio.

Medalla de Oro a la MEJOR ORQUESTA DE CÁMARA.

Hoy, todavía sonrío al acordarme. Me parece un despiste entrañable; una prueba de que, para María Dolores Encina Guzmán, el oro no es lo que importa. Aquí, lo que ha de brillar (a fuerza de pulirla con trabajo) es la música.

Palabras parecidas dijo Mateo Lorente, el director del Conservatorio, un mes después, en la clase de Orquesta del 10 de marzo. Tras escuchar de nuevo “Tres maneras distintas de caminar” (con pasos que sonaban más limpios y seguros cada vez), aplaudió el bello sonido del concierto que nos habían ofrecido a quienes no pudimos ir al Festival; aplaudió la medalla que lograron los niños y aplaudió, sobre todo, el trabajo bien hecho…

Hablaba de la orquesta con palabras afectuosas, alentadoras, poéticas… Para Mateo Lorente, el éxito no debe ser la meta. Está bien que se obtenga, pero es más importante ir paso a paso, disfrutando el camino. Así es como ha progresado esta Orquesta Infantil –origen y aliciente de tantas vocaciones– desde que se fundó, hace 25 años. Nació como un proyecto pedagógico y fue desarrollándose gracias al entusiasmo que Lola les transmite a los que empiezan (“con guante de seda y convicción de acero”, dijo Mateo). El éxito alcanzado se debe, además, al apoyo de la Administración, al equipo de profesores, y a la música que excelentes compositores crean o arreglan para los estudiantes de Enseñanzas Elementales (Vicente Sempere Gomis, Manuel Villuendas, Eduardo del Río, Pablo Berlanga, Álvaro y David Gómez Alvarado…). Esta agrupación ha crecido a la vez que sus músicos: los niños y niñas homenajeados y sus anteriores compañeros (algunos de ellos, hoy, profesionales de relevancia internacional). Según Mateo, avanza un paso más con cada logro, como el obtenido en El Escorial; y lo hace gracias al estudio diario de los chicos que nos han traído la Medalla de Oro y gracias al apoyo de los padres, del equipo no docente del conservatorio, del Ayuntamiento…

Daniel Ortiz, el alcalde de Móstoles, presidía el acto. Estaba en el Auditorio del Rodolfo Halffter junto a las concejalas Mirina Cortés e Irene Gómez, para reconocer, en representación de la ciudad, el mérito de los músicos. Había venido cargado de diplomas. Antes de entregarlos, también él aplaudió su  esfuerzo. Con su aplicación, aquellos chicos habían hecho de Móstoles –dijo— un lugar del que sentirse orgulloso. Gracias a los éxitos del Rodolfo Halffter y a otras iniciativas culturales, Móstoles es una ciudad especial. También ahí asentí.

Luego, tras el bis de regalo y el feliz estallido de aplausos, Lola nos agradeció nuestra presencia y nos invitó a marcharnos. Había que poner los pies en la tierra y empezar a leer la obra nueva. Le dio gracias a Pablo Berlanga por su música y, con guante de seda y convicción de acero, siguió impartiendo su clase.


Los músicos quedaron en el aula, felices; cada cual, con su diploma en chino. Me han dejado un tapiz de buenas impresiones, así que es un tapiz lo que yo les regalo, para que no olviden sus primeras y doradas experiencias orquestales.




Ver más: Los Conciertos del curos 2013-2014

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