lunes, 27 de mayo de 2013

PEQUEÑO PRÍNCIPE, ESTÁS EN LA LUNA

Quiero darles las gracias a los chicos y chicas de Secundaria del Pequeño príncipe de Leganés por la deliciosa tarde que pasé el día 14 en su colegio, compartiendo impresiones de Estás en la luna.


 
El entusiasmo con que habían leído mi obra y el disfrute que han sacado de ella me levantó el ánimo. Es una suerte encontrar lectores de los que no se limitan a leer el libro, sino que “lo viven”. Cuando ocurre esto, vale la pena el esfuerzo de la maratón que corremos a diario las escritoras para sacar en claro algunas líneas… con o sin zapatillas coloradas.
 
Los alumnos y alumnas del Pequeño príncipe habían viajado al desierto con Baraka y con su abuela; alguno, incluso, había estado en la luna una temporadita… eso se nota. Y después (también noté eso) se habían esforzado en buscar aquello que les impresionó (cada cual, con su propia película; según esa mirada personal que permite que unos y otros hagamos de la misma obra lecturas tan distintas). Habían entresacado frases (como hago yo, a veces, en este blog); habían asociado ideas y habían relacionado conocimientos con los aprendidos en otras ocasiones, en otros libros, en otras disciplinas…
 
En fin que –como digo en “Estás en la luna” –, tras permitirle al corazón que se emocione con lo que encuentra en el baúl literario, habían asomado la cabeza… Es un hermoso modo de aprender. ¿Que por qué? Porque mis jóvenes lectores no sólo han disfrutado de la historia, sino de la investigación posterior. Eso es lo que me pareció más sorprendente: que también en la fase racional y analítica había hecho aparición el entusiasmo. La letra no ha entrado con sangre; al revés: es la literatura la que ha entrado en sus venas… dulce y alegremente.
No creo que esto se hubiera podido conseguir sin la vocación de Mari Ángeles Laiz, la profesora de literatura de los cuatro cursos. Yo no la conocí hasta esa misma tarde; sin embargo, intuyo que ha conducido el estudio de sus alumnos con una sutileza eficacísima. No les ha hecho estudiar un tratado de literatura comparada para que memoricen conclusiones, sino que ha logrado que ellos las descubran. ¿Hay viajeros más apasionados que los exploradores? Así es como nacen muchas vocaciones.
 
Estoy contenta. Algo que yo escribí se ha quedado con mis lectores del Pequeño Príncipe, que lo llevarán siempre adonde vayan –como una maletita de cartón… pero sin que les pese–. La literatura (bien lo saben ellos) no es simple equipaje.